FELICIDADES, MAMÁ...

Hay personas que marcan nuestras vidas. Personas cuya huella permanece en nosotros para siempre. Sus enseñanzas, su legado, su modo de enseñarnos a vivir. Mi madre es la protagonista de los recuerdos de la mayor parte de mi vida. Muchas veces la descubro a ella en alguno de mis gestos, en el tono de mi voz o en la forma de ponerme un pañuelo al cuello.

De pequeña creía que era la mujer más guapa del mundo. Una noche, mientras me arropaba en la cama, le pregunté porqué no se presentaba al concurso de Miss Universo (Nota: No Miss Mundo, no era suficiente, tenía que ser Miss Universo...) Ella sonrió y me dijo que no podía hacerlo porque ya era mamá, y las Misses no pueden ser mamás. Qué estúpida regla... con 8 años no entendí que tenía que ver una cosa con otra... si era preciosa porqué no podía ser Miss?

Recuerdo que me encantaba su ropa y todos sus complementos, me parecía una madre tan "moderna" y elegante... Le encantaba la música, yo crecí escuchando a Serrat, a Ana y Victor, a Mari Trini, y la música disco de entonces... hablo de esa época y de repente veo esos años con el filtro de las cámaras de Super 8.

Hace unos meses tuve la oportunidad de saludar a Ana Belén en un hotel y todos los recuerdos de los viajes en coches ochenteros, cintas de cassette y olor a verano en el Pirineo volvieron a mi mente.

El día que yo me convertí en madre ella fue la persona que me trajo a mi hija en brazos. Se cerraba el círculo. Tres generaciones. Cuatro con mi otra madre, mi abuela.

Mi hija descubrió en mi madre una faceta ansiada, supongo, por toda mujer después de criar a tus hijos, tener nietos. Era una abuela joven y seguía siendo "moderna", en los ochenta yo adoraba su ropa, en los 90 le robaba algún trapo del armario...

Cuando nos entraba la risa por alguna tontería no podíamos parar de reir. Llorábamos de la risa. Recuerdo un montón de anécdotas bobas en las que creí morir de la risa, nos hemos reido mucho juntas...

Le gustaban los dulces, las flores frescas, la playa, el cava, los sombreros, el cine y el arte. Me enseñó a ser quién soy. No consiguió domar mi mal genio. Me dejó equivocarme por mí misma para aprender de los errores. Me permitió elegir lo que quería ser y hacer en la vida. Me apoyó siempre, aún cuando no estaba de acuerdo en mis decisiones. Me dejó ser libre. Me cuidó. Me quiso. Aprendí de ella que la familia es nuestra pequeña manada. Su legado hoy es su amor. No puede haber para mi una madre mejor que la que tuve. Se llamaba Carolina. Era una gran mujer. Una gran madre.

Hoy, mi hija llena la otra gran parte de los mejores recuerdos de mi vida.

El tacto de su piel de bebé, la carita de ángel durmiendo en la cuna... su risa, sus juguetes, los garabatos en mis cuadernos, el primer dia de cole. 

Es independiente. Muy creativa. E inteligente. Cuando duerme siempre se destapa. Hace poco me preguntó que porqué iba todas las noches mientras dormía a arroparla. Quiere ser cantante, o bailarina de ballet. O maestra. O wedding planner. O un poco de todo. Yo solo quiero que sea feliz, siempre. Y pienso en el momento en el que se vestirá de blanco, se convertirá en una novia y haremos realidad, juntas, su Cuento de Hadas.
Queda mucho aún para escribir ese capítulo del cuento de mi princesa...

Este es mi homenaje particular a las madres. A mi madre. A las auténticas hadas madrinas de las princesas de cuento. Detrás de cada gran mujer, suele haber una gran madre.