La luna de miel {El post de Pat}

Cuando estábamos eligiendo flores, caterings, fotógrafos, cuando todo se nos hacía grande, alguien nos preguntó: y ¿dónde iréis de luna de miel? Ni siquiera habíamos pensado en que después de la boda podríamos tener unos días solo para nosotros.

Nunca hubo duda, nunca pensamos en paraísos transatlánticos, nunca pensamos en mejor o peor tiempo, nunca abrimos un folleto de lunas de mieles ideales en resorts bonitos. Porque solo tenemos un lugar en el mundo. Seguramente solo tenemos un agujero en el que escondernos, en el que si se acaba la gasolina, pues la historia vuelve a empezar. Y estoy segura que ese agujero está en Cap es Babaria.

Porque todo lo que queríamos, porque todo lo que queremos, es un mehari naranja, recorrer la isla en nuestro velero, desde otra perspectiva, despertarnos una mañana e ir nadando a S’Espalmador, pedir una paella de esas que te traen en lancha desde Es Molí de Sal, un rayo de sol uo oh oh, ver delfines, navegar, y volver a sentir la piel tirante, con olor a crema protectora y sabor a sal. Algunas cosas pasaron y otras no.

Pero es lo mágico de todas las lunas de mieles: da igual el dónde, el cómo y el cuándo, porque solo existe un “nosotros” y el resto es solo paisaje.  Porque todas las previsiones se van al traste cuando tu recién marido/mujer te dice eso de “te quiero”.

Así que cuando me preguntaron: ¿dónde iréis de luna de miel? Te miré y los dos supimos que íbamos a ir a Formentera, en barco. Porque no podía ser de otro modo.

Y es que ayer, mientras subía a casa con la moto, me vino ese olor a hierbas aromáticas que aparece justo en esa curva donde se ven todas las estrellas del mundo. Y por un segundo, estuvimos en Formentera.

Pat.